martes, 24 de noviembre de 2009

Deshinibir

tr y prnl. Perder las inhibiciones, actuar con espontaneidad.

Una amiga que viene siguiendo (soportando, digo yo) estas reflexiones que posiblemente a muchos no les diga nada especial, me ha colaborado con el encuentro con el diccionario, y bueno, como se trata de hacerlo de manera aleatoria, ella tuvo la bella iniciativa de proponerme Costumbre, término sobre el que escribí ayer, y ahora me dijo "muy bien, entonces la palabra de hoy es Deshinibir" y yo, le hice caso. y aquí está, amiga mía, y gracias a ti por involucrarte activamente en esta locura blogística y darme palabras para construir las mías.

En mis entrañas vive un pueblo entero. Vive dentro de mí, en todas las papilas de mi lengua, un señor gordo y glotón que quiere comer harina todo el día, pero justo al lado de él, una anoréxica y esquizofrénica vecina lo mira con disgusto y no deja de lanzarle diatribas cada vez que a él se le hace agua la boca ante una milhoja con mucha crema o un pan recién sacado del horno, y entonces, el gordo deja de comer; vive aferrado a mi pituitaria un cura, un severo señor de sotana impecable que siempre tiene las manos juntas cerca al pecho y que a cada instante, con una irónica sonrisa que sólo algunos habitantes de mi interior (cada vez menos) creen verdadera, alecciona a sus feligreses con amenazas de un Dios vigilante que libreta en mano lleva las cuentas de todas las acciones. El pobre cura vive atormentado con una hermosa y liberada prostituta que, aunque lejos, justo entre mis piernas, no tiene empacho decir que quiere disfrutar del sexo porque simplemente la hace feliz, pero ante la mirada encendida del cura, se abstiene.

He descubierto que cerca al hígado vive una vieja chismosa que está atenta a todo lo que pasa en el vecindario y, aliada por supuesto con el cura, lanza juicios por doquier como quien tranquilamente reparte el periódico por las mañanas, y claro, con su abrasivo aliento a bilis, no ha logrado hacer muchas amistades que digamos; hay también un músico loco, intalado entre el laberinto y el martillo, que disfruta con Beethoven a todo volumen y no deja dormir a nadie, sobre todo al apacible meditador que quiere silencio y que desde la cueva del último y más elevado chakra quiere entender a toda esta loca sociedad que vive en mí y acercarla a Dios. Pocos le creen y eventualmente, alguno que otro personaje acude a él a pedirle consejo. El músico ha aprendido entonces, a escuchar música con audífonos muy a pesar de la salud de sus oídos.

Cerca al centro del pecho vive un romático que aún cree en las flores y los chocolates que hace tiempo no corta las unas ni compra los otros; vive en el cerebro un filósofo de anteojos que procura verlo todo mejor y con mayor profundidad. Es gran amigo del meditador, en realidad, es su único amigo... ellos se entienden.

Pero vive en mi interior un pequeño personaje, un insignificante individuo que no tiene función distinta que recoger la basura. Vive en el mundo amarillo de los riñones, recicla, recicla y limpia. Vive solo pero no le importa. Canta todo el día, baila todo el día, no necesita nada especial para vivir, sólo recicla. Este pequeño personaje de mi mundo trabaja y ríe y canta y llora y sueña y baila y ama y grita deshinibidamente, sin importar nada más que su propia vida porque sabe que lo que él hace al fin de cuentas es un regalo para todos lo que con él, aunque de lejos, dormitan y amanecen en el congestionado mundo de mi interior. Es el único que es como es. Si quiere, una noche se viste con sus mejores galas y pasa un noche con la prostituta, y son felices. Si se le antoja, pasa una noche bohemia con el músico y cantan y no dejan dormir a nadie, y son felices. Si un día simplemente lo quiere así, le lleva una torta al glotón de la lengua y se la comen de una sentada... y son felices. Es un hombre sencillo y tranquilo que goza con las cosas simples de la vida, que sin pedir permiso de los habitantes de mi interior, simplemente, sin hacerle daño a nadie, hace lo que quiere... y es feliz.

Con una taza de café en la mano y una libreta de apuntes, el filósofo que vive en mí busca el cielo de esta noche asomándose a la ventana de mis ojos y le escucho decir: "Quiero ser un reciclador".

1 comentario:

  1. a mi me pasa lo mismo creo yo. Tantos me habitan y con tanta fuerza que con frecuencia me olvido cual de todos soy. Quizás es que no somos más que los pedazos de los que queremos ser. Fragmentos de los que nos habitan.

    Pero esos que me habitan a mi no son tan hermosos como los que a vos te rondan desde adentro. Los míos son seres de odios, y asesinos, que poco a poco han ido matando a aquellos que tenían dentro un buen vivir. A mi también me recorre por dentro una puta cansada de la vida y de su trabajo, de esa voluntad que ya no quiere sino echarse a morir.

    Es la vida creo yo. A cada cuál nos habita de formas tan distintas que pareciera que vida no es sino la de los otros...

    Abrazos, de esos que llevo en mi que aún no pierden (del todo) la fe.

    ResponderEliminar