lunes, 20 de septiembre de 2010

Infinito

adj. Que no tiene fin en cantidad o en espacio

Hoy quisiera atrapar al infinito, cogerlo entre mis manos y hacer de él un tesoro o una isla tal vez, en la que todo quepa, en la que estos límites que forman mis fronteras, se desvanezcan con sólo quererlo y volar. Hacer del aire alas. Hacer del agua lagrimas de felicidad y océanos sin playas para navegar en sus entrañas sin dejar de respirar.
Hoy quisiera que el infinito cupiera en mis ganas de vivir. Hoy desearía volver a empezar, una y otra vez, dar vueltas en el círculo del eterno retorno, en una cinta de Moebius y caminar por la vida sin las fronteras que me he ocupado en construir. Quiero ser dueño del tiempo y con un chasquido de mis dedos, adelantar la vida, devolverla, hacer pausa y reparar lo que he destruido y dejar de pensar en lo que viene. Vivir, simplemente vivir.
Sí, este preciso instante, ventana de la felicidad, asoma en mi vida como una oportunidad, a cada instante, por siempre, para siempre. Cuánto me cuesta vivir el presente! Qué tan difícil es para mí, simplemente ocuparme de mi vida, y vivirla en el presente, sin preocupaciones, sin esperanzas, sin detenerme los pasados, sin temor por los qué pasará.
El infinito de la sonrisa desde el estómago. El infinito de las contracciones en el orgasmo. El infinito en la Novena de Beethoven. El infinito en las palabras de Saramago. El infinito en el blanco cuando no estoy conmigo.
Algún día tendré el valor de volverme infinito; algún día llegará ese día en el que mis fronteras se desvanecerán en el viento, sin fin, sin límites, sin un verdadero final...

Algún día será. Por ahora... terminé.

jueves, 9 de septiembre de 2010

HOSPEDAR

tr. Recibir uno huéspedes en su casa; darles alojamiento. 2 prnl. Alojarse como huésped

Hace pocos días tuve la oportunidad de leer un texto crudo, de esos que no tienen pelos en la lengua, que se titulaba "La filosofía del hambre". Me pareció que tenía un valor muy importante por su crítica ácida pero bien intencionada sobre lo que está ocurriendo en la educación y en la industria en nuestro país. Lo compartí con algunos grupos de alumnos de la Universidad, pues consideré que era mi responsabilidad llevarles algo más que lo que siempre nos une en clase. El texto hablaba de la relación que tiene la calidad de la educación con la confianza de los profesionales en Colombia y en sí mismos.

Y con base en esa lectura, el aporte de hoy a mis pocos pero muy queridos lectores, tiene que ver con el espíritu intrínseco de la docencia, que según mi óptica, se basa en el hospedaje. ¿En el hospedaje? sí, en alojar gente, en recibir gente, en hacer tertulia, en compartir, en hacerse amigos, en despertar interés; el docente debe ser un anfitrión.

Sí, por alguna razón, los estudiantes llegan con una escafandra que los protege de los insectos del medio ambiente, tienen miedo a ser mordidos por algún animal lugareño, que parece que generalmente quiere devorárselos vivos y enteros. Miedo. Miedo a ser juzgados, a ser mirados, a ser instigados. Al fin y al cabo, ese anfitrión (mal anfitrión, quiero decir), ese Rey todo poderoso, tiende a portarse como tal y hace, generalmente, su mejor esfuerzo por mal-atender a sus invitados.

Los alumnos son mis amigos, me debo a ellos, los quiero como alumnos, los quiero como amigos. Los saludo de mano a todos, quiero que se sientan como mis invitados, no como mis enemigos. Creo que destruir las escafandras con las que llegan ese océano impenetrable que a veces puede ser la clase debe ser una prioridad, la primera responsabilidad del docente... Habla Jorge, habla. trátalos bien y por igual, porque son tus iguales, tienen todo para aportar, esperan lo mejor de ti, necesitan sentir que pueden confiar en ellos mismos, necesitan prepararse para la realidad. Haz, Jorge, que tu clase sea un espacio de diversión, de fraternidad. Haz que se enamoren de su profesión, no escatimes en respuestas, no guardes secretos: hospédalos!!!

Bienvenido seas, alumno mío, bienvenido seas, estudiante que asistes a mi clase, a esta casa que es tuya y que yo sólo procuro tener en orden, para que regreses cuando quieras. Las puertas estarán abiertas siempre para hablar de diseño, para resolver inquietudes, para tomar un café y dejar colgadas las escafandras, los batiscafos, las armaduras, en el perchero de la timidez, en la repisa del miedo. Construyamos juntos una relación importante, que nos fortalezca como profesionales, que nos alimente como seres humanos. Ven, quédate o regresa cuando quieras.

martes, 31 de agosto de 2010

Glosario

m. Catálogo o vocabulario de palabras difíciles o desusadas con su explicación. 2 Colección de glosas de un mismo escritor.

Hoy es el día de la G, y evidentemente, sentí la tentación de dedicarle unas palabras al punto homónimo, pues ya imaginaba la velocidad mis dedos en las teclas para describir tantos pensamientos al respecto, pero como la promesa de este blog es darle el espacio al azar, quiso el destino que la palabra de hoy fuera Glosario, así que describiré algunas palabras según el mío propio, al que me encantaría que algún desprevenido lector, le agregara sus propias acepciones y definiciones.

Éxito: dícese de un bicho plumífero camaleónico que juega a las escondidas todos los días y me pone a prueba todas las noches, cuando me miro al espejo antes de dormir. Aún no lo encuentro, pero lenguas con fuentes confiables me han dicho que ha dejado huellas que evidencian que se encuentra en un lugar insospechadamente cercano. Espero no quedar ciego en mi intento por buscarlo.

Fracaso: el más grande de los miedos que se esconden bajo la piel. Miedo a perder, a dejar atrás lo que no nació conmigo; terror a colgar en las ramas inalcanzables de la vida pedazos de felicidad.

Yo: ¿Quién?

Risa: La vida entre los dientes, entre los dientes del alma, quiero decir; vida que refresca y devuelve la juventud. Vida!

Tú: de todas formas, alguien que no soy yo ¿o... sí? ¿Tú qué dices?

Deseo: la perdición de la felicidad; la felicidad en la perdición. El sabor de arequipe que reside en lo mundano.

lunes, 30 de agosto de 2010

Fantasear

Fantasear

intr. Dejar correr la fantasía o la imaginación. 2 Imaginar algo fantástico.

Hoy reinicio mi camino de letras después de más de seis meses de descuido. Ha sido un semestre lleno de meandros. Navegó mi mente por diferentes lugares e imaginé el éxito editorial con cada proyecto y creí que el mundo podría aceptar fácilmente las buenas ideas que surgían a cuentagotas y de vez en cuando. Hice proyecciones, presupuesté ganancias que creí realistas; creí que el camino escogido era recto y avanzaba en bajada. Ilusiones, fantasías, nubes de algodón sobre las que quise sostener a la realidad.
Hoy, con los pies puestos en tierra y descubriendo a cada paso que la vida y yo no somos cosas distintas, sino que formamos parte de una misma unidad, me siento tranquilo al entender que las circunstancias que me rodean se me aparecen, me llenan los ojos de vida o de lágrimas (esa será decisión mía, siempre seré yo quien asuma la posición) y me determinan un camino que recorreré porque siempre tendré algo que aprender, algo que ganar y muy poco que perder.
He perdido un poco el miedo, el miedo al fracaso; el miedo a no hacerlo bien; el miedo a dejar de tener; el miedo a dejar de ser. No. No tengo más que este momento hermoso que me permite escribir mientras escucho a Jamie Cullum (gracias Zandra) y sentirme libre. ¿Libre de qué? no tengo idea, pero hoy, en este preciso instante siento la libertad momentánea, instantánea tal vez, de no tener nada más hoy que simplemente ponerme una camiseta, meterme bajo las cobijas y dormir.
Hoy fue un buen día! Hoy tuve una bella sesión de construcción de cosas inútiles, que han sido verdaderamente utilitarias para mi alma. Después les contaré de qué se trata. Algún día, que presiento cercano, esta fantasía de cosas inútiles será realidad!

jueves, 26 de noviembre de 2009

Enlace

m. acción y efecto de enlazar o enlazarse. 2 Unión entre personas o cosas.

Me sorprendo todas las noches al verme irremediablemente atado a la trama de un seriado al que podría calificar como politíticamente incorrecto. No es una acepción esnobista de un televidente que quiere ponerle un poco de raciocinio a lo que todos los días capta mi atención y por supuesto la de miles de colombianos, entre lo cuales, habrán miles de niños que aún no han logrado construir el tamiz suficiente en su cerebro para decantar y escoger lo que le sirve y lo que no.
Me sorprendo todas las noches al verme emotivamente involucrado con un asesino de sangre fría, que quiere salir de la cárcel, que busca seguir traficando con drogas y con todo lo que ello conlleva; soy un irracional y momentáneo fanático del Capo. Me da rabia que el Coronel, un hombre comprometido con su país y que visceralmente convencido de que la lacra del narcotráfico debe ser erradica de este doliente territorio, procure exterminar con todos los planes de fuga, con todas las posibilidades de libertad de un narcotraficante enemigo de la patria, asesino, infiel, mal padre y apología de los valores invertidos, pero que con el lazo invisible de lo que los productores de televisión saben hacer, me ha atrapado y me ha convertido en un emotivo televidente que quiere que el Capo se salga con la suya, que la Perris mate a todos los que, al fin y al cabo, son como ella; que Nancho haga lo que tenga que hacer, pero que no deje que las autoridades cumplan con su deber y procuren hacer de este país uno mejor... El Presidente me cae mal, no le creo, no quiero que cante victoria, a pesar de que siempre ha intentado hacerlo todo a través de la ley y a pesar de que lo que hay detrás de ese hombre es una intención por formar país.
El prisma con el que el guionista y los productores de esta serie han llevado la historia, me ha atrapado. El lazo invisible de sus intenciones comerciales (no me vengan otra vez con el cuento de que "hay que mostrar una realidad"...) me ha convertido en un momentáneo partidario de los hombres malos, y digo momentáneo porque esto ocurre únicamente durante los 30 minutos en los que pongo el cerebro en la mesa de noche y me dejo hipnotizar por la serie. No dudo que ganará premios, nestoy convencido de que será un producto de exportación, del que los colombianos, bueno, la mayoría, se sentirán orgullosos.
Yo no. Tengo el cerebro puesto, pues procuro volver a instalármelo todos los días y sus noches, precisamente para no dejarme hipnotizar perennemente, para no dejar pasar impúnemente esas cosas sobre las que casi nunca los seres humanos hacemos reflexión. Ponerme el cerebro para escribir estas cosas es una manera de soltar esos lazos que se van anudando a nuestra voluntad y a nuestro propio criterio y que nos ahogan invisible pero implacablemente.
Procuro des-enlazarme.

martes, 24 de noviembre de 2009

Deshinibir

tr y prnl. Perder las inhibiciones, actuar con espontaneidad.

Una amiga que viene siguiendo (soportando, digo yo) estas reflexiones que posiblemente a muchos no les diga nada especial, me ha colaborado con el encuentro con el diccionario, y bueno, como se trata de hacerlo de manera aleatoria, ella tuvo la bella iniciativa de proponerme Costumbre, término sobre el que escribí ayer, y ahora me dijo "muy bien, entonces la palabra de hoy es Deshinibir" y yo, le hice caso. y aquí está, amiga mía, y gracias a ti por involucrarte activamente en esta locura blogística y darme palabras para construir las mías.

En mis entrañas vive un pueblo entero. Vive dentro de mí, en todas las papilas de mi lengua, un señor gordo y glotón que quiere comer harina todo el día, pero justo al lado de él, una anoréxica y esquizofrénica vecina lo mira con disgusto y no deja de lanzarle diatribas cada vez que a él se le hace agua la boca ante una milhoja con mucha crema o un pan recién sacado del horno, y entonces, el gordo deja de comer; vive aferrado a mi pituitaria un cura, un severo señor de sotana impecable que siempre tiene las manos juntas cerca al pecho y que a cada instante, con una irónica sonrisa que sólo algunos habitantes de mi interior (cada vez menos) creen verdadera, alecciona a sus feligreses con amenazas de un Dios vigilante que libreta en mano lleva las cuentas de todas las acciones. El pobre cura vive atormentado con una hermosa y liberada prostituta que, aunque lejos, justo entre mis piernas, no tiene empacho decir que quiere disfrutar del sexo porque simplemente la hace feliz, pero ante la mirada encendida del cura, se abstiene.

He descubierto que cerca al hígado vive una vieja chismosa que está atenta a todo lo que pasa en el vecindario y, aliada por supuesto con el cura, lanza juicios por doquier como quien tranquilamente reparte el periódico por las mañanas, y claro, con su abrasivo aliento a bilis, no ha logrado hacer muchas amistades que digamos; hay también un músico loco, intalado entre el laberinto y el martillo, que disfruta con Beethoven a todo volumen y no deja dormir a nadie, sobre todo al apacible meditador que quiere silencio y que desde la cueva del último y más elevado chakra quiere entender a toda esta loca sociedad que vive en mí y acercarla a Dios. Pocos le creen y eventualmente, alguno que otro personaje acude a él a pedirle consejo. El músico ha aprendido entonces, a escuchar música con audífonos muy a pesar de la salud de sus oídos.

Cerca al centro del pecho vive un romático que aún cree en las flores y los chocolates que hace tiempo no corta las unas ni compra los otros; vive en el cerebro un filósofo de anteojos que procura verlo todo mejor y con mayor profundidad. Es gran amigo del meditador, en realidad, es su único amigo... ellos se entienden.

Pero vive en mi interior un pequeño personaje, un insignificante individuo que no tiene función distinta que recoger la basura. Vive en el mundo amarillo de los riñones, recicla, recicla y limpia. Vive solo pero no le importa. Canta todo el día, baila todo el día, no necesita nada especial para vivir, sólo recicla. Este pequeño personaje de mi mundo trabaja y ríe y canta y llora y sueña y baila y ama y grita deshinibidamente, sin importar nada más que su propia vida porque sabe que lo que él hace al fin de cuentas es un regalo para todos lo que con él, aunque de lejos, dormitan y amanecen en el congestionado mundo de mi interior. Es el único que es como es. Si quiere, una noche se viste con sus mejores galas y pasa un noche con la prostituta, y son felices. Si se le antoja, pasa una noche bohemia con el músico y cantan y no dejan dormir a nadie, y son felices. Si un día simplemente lo quiere así, le lleva una torta al glotón de la lengua y se la comen de una sentada... y son felices. Es un hombre sencillo y tranquilo que goza con las cosas simples de la vida, que sin pedir permiso de los habitantes de mi interior, simplemente, sin hacerle daño a nadie, hace lo que quiere... y es feliz.

Con una taza de café en la mano y una libreta de apuntes, el filósofo que vive en mí busca el cielo de esta noche asomándose a la ventana de mis ojos y le escucho decir: "Quiero ser un reciclador".

viernes, 20 de noviembre de 2009

Costumbre

f. Manera habitual de proceder. 2 Uso repetido de una práctica que termina por convertirse en ley. 3 pl. Conjunto de cualidades y usos que definen el carácter de una persona o de una sociedad.



Suelo dormir del lado derecho de la cama (vista de frente), acostado sobre mi lado izquierdo, ligeramente acurrucado, como en posición fetal; me gusta desayunar temprano y bien, de tal manera que cualquier alteración a esta costumbre me desarma un poco el buen genio; tengo establecido que no me gusta trabajar sin música, así que siempre, lo primero que hago al prender el computador, es llenar el espacio con alguno de los géneros musicales que suelen acompañarme en mis soledades diarias mientras ataco con letras y fotografías las páginas en blanco que todos los días me desafían; no suelo quedarme en la cama después de las ocho los fines de semana, me entra un pequeño sentimiento de culpa que no me deja vivir tranquilo...
Tengo algunas costumbres que a veces ni yo mismo logro identificar, se volvieron actos inconcientes, automatizados, programados. Ahora que hago memoria, puedo decir, por ejemplo, que al bañarme, suelo enjabonarme primero el brazo izquierdo, luego el derecho; sigo con la axila derecha y en un práctico recorrido voy dándole vueltas al jabón en mi pecho y aterrizo en la axila izquierda, por supuesto, previo cambio de la mano que guía al jabón...
Puedo seguir, impúnemente, construyendo la costumbre de escribir pendejadas, de no hilar las frases ni las palabras y hacerle perder el tiempo a más de uno que se ha dignado romper sus costumbres y leerme por treinta segundos (no creo a estas alturas que haya llegado hasta este renglón), pero no creo, no debo, no puede ser una posibilidad que se me vuelva una costumbre quedarme todos los días pensando en cuándo tomaré esa decisión definitiva que tanto vengo aplazando. No puedo ser una costumbre. Hoy no!